Batalla contra el populismo

Es imposible ganar la batalla que no se da. Y este Gobierno se ha negado a dar la batalla de las ideas. Ideas quizás difíciles de explicar, pero ideas que podrían evitar el avance de España hacia el populismo.

Ideas cargadas de razón, como que si todos los impagos hipotecarios tuviesen que ser soportados por el resto de españoles nadie haría esfuerzos por pagar sus hipotecas y el sistema crediticio español quebraría de inmediato. Pero ideas que exigen el valor necesario para aguantar la presión frente a un pueblo que sufre.

Ideas como que con un PIB per cápita de 23.000 euros es imposible tener un Estado del Bienestar como el alemán, cuyo PIB per cápita alcanza los 32.000 euros. Pero ideas que exigen el arrojo suficiente para mantener el pulso ante el descontento de un pueblo que mastica la pobreza cosechada durante años.

Ideas como que las subidas de impuestos generalizadas -y, en especial, las que afectan a las rentas personales- tan sólo servirán para atrasar una hipotética recuperación. Pero ideas que necesitan el liderazgo suficiente para enfrentarse al suicida discurso socialista de que toda persona que progresa debe ser bombardeada en sus ingresos.

Ideas como que los empresarios son esas personas que se juegan su patrimonio para lograr riqueza y creación de empleo, ambos objetivos igualmente loables. Pero ideas que necesitan de la audacia de contestar a tanto amante de lo público que su sistema -el del gigantismo estatal- nos ha llevado a la ruina.

Ideas como que España nunca ha robado a Cataluña y que no se puede ceder ante un chantajista que tan sólo quiere saquearnos antes de romper la Constitución. Pero ideas que reclaman del valor de enfrentarse a un electorado inoculado desde las escuelas con el virus nacionalista.

Ideas. Las únicas que pueden vacunarnos frente a la expansión de las Ada Colau de turno. Las únicas que pueden dar sentido a los sacrificios exigidos a una población cada día más desencantada con la política.

Ahora el Gobierno se echa las manos a la cabeza ante el avance del acoso callejero. Pero no se da cuenta de que es su cobardía en la defensa de las ideas la que ha dado alas a los populistas. La que ha dejado solos a quienes se negaron a rendirse ante antisistemas, nacionalistas, proetarras o como cada uno quiera identificarlos.